Ciclo Creativo y productivo
HILADO
Un rito de transformación: de la materialidad a la corporalidad textil




Al tener el vellón limpio, seco y escarmenado, podemos empezar a hilar, el primer acercamiento a darle vida a la corporalidad del textil, con la elaboración manual de su primera manifestación: una hebra.
En los Andes, el textil es considerado un sujeto vivo que se gesta a través de pequeños rituales. Desde esa herencia ancestral, concebimos el proceso del hilado como un rito de transformación de la materia, que se lleva a cabo mediante un movimiento de torsión dado por la insistencia de las yemas de los dedos. La fibra, en un principio suave y liviana, estirada y separada como una nube, es atraída hasta el centro para convertirse en un hilo continuo; hebra creada por esta pequeña danza con el cosmos, eje de conexión entre el cielo y la tierra. Ella será la encargada de dar vida, estructura y alimento al cuerpo del textil.
Para acercarnos a este momento del ciclo visitamos a las Hilanderas de Colliguay, en Quilpué, quienes llevan 30 años trabajando juntas. Antiguamente, algunas criaban ovejas o las conseguían con crianceras/os de la zona, sin embargo, la falta de agua no lo permite en el presente y deben obtener vellón en otros lugares. Aprendimos de su experiencia colectiva en el hilado, el teñido y el tejido, y pudimos observar sus formas de utilizar el huso y la rueca, herramientas necesarias para hilar.
En su forma más simple, el huso es un trozo de madera largo y redondeado que se agudiza en sus extremos, llevando en uno de ellos -normalmente el inferior- una pieza redonda que hace a la vez de contrapeso y tope, llamada malacate, nuez, tortera, volante y, en textos arqueológicos, fusayola. Es una herramienta que data del Neolítico y que se usa hasta la actualidad.


Para comenzar la pequeña danza llamada torsión, la hebra inicial se amarra al huso y una de las manos lo hace girar con movimientos precisos y sutiles. La tortera, como peso en la base del huso, permite el giro incesante; la fibra, ahora fina, se enrolla en la madera. Una vez que el huso se ha llenado, el hilado se desenrolla para guardarlo como ovillo o madeja.
La rueca, por su parte, es un instrumento milenario en territorios extranjeros, traído hasta acá en épocas coloniales. Fue desarrollada en la India, alrededor del año 500 a.C., y hace 200 años se dejó de emplear masivamente, al ser sustituida por máquinas industriales. Está diseñada para sujetar las fibras deshilachadas y mantenerlas libres de nudos, facilitando el proceso.
Ancestralmente, hilar ha sido una práctica de mujeres, que en colectivo han ejercido el oficio y han hecho danzar al huso en un diálogo circular de profunda conexión con los elementos. Como red pudimos habitar esta experiencia, encontrarnos para aprender de las otras, incorporar el movimiento en el cuerpo y ensayar el repetitivo giro que encauza acciones e intenciones; giro que decanta en la hebra que construye el ovillo, semilla de lana que en manos creativas da vida a un nuevo ser tejido, prolongando el lenguaje antiguo que anida en cada pieza y nutriendo, así, la memoria de los pueblos.
